Tarjeta blanca?

Aquí se le llama eufemísticamente Tarjeta Blanca a un documento que expide la Oficina de Inmigración y Extranjería, sin el cual nadie puede abandonar el territorio nacional. Tengo amigos cercanos que esperando esta famosa tarjeta llevan años, renovando las visas vencidas, una y otra vez, de los respectivos países a los que desean viajar.

Hoy se trata de un símil que se me ocurre, con respecto a mi cabeza. Resulta que desde hace muchos años todas las personas que me han cortado el cabello, más temprano que tarde abandonan el país, dejándome a mi en una búsqueda constante de peluqueros. Soy una persona muy ocupada, por tanto no dispongo de mucho tiempo para dedicar horas de espera por un turno. Las peluquerías estatales en mi país dejan bastante que desear. Me refiero a las que se pagan en pesos cubanos. Bueno, los otros también son cubanos pero convertibles. Esto quiere decir que equivalen a dólares y hasta un poquito más. La mayoría de estos establecimientos están con alumbrado deficiente y falta de agua, por lo que hay que utilizar la recogida en grandes recipientes. Los productos buenos escasean, y en la mayoría de los casos hay que llevar el shampoo. Todo esto, más los inconvenientes del transporte, han hecho que muchas mujeres y, hasta hombres, busquemos los servicios de peluqueros particulares, pues en el caso de los masculinos, están aún peor que nosotras, ya que las barberías prácticamente desaparecieron junto con los dinosaurios.

Hace unos días tuve la inmensa alegría de que mi hijo mayor (que está fuera de Cuba), me enviara algunos comentarios a mi blog, que aún no he tenido el gusto de conocer en persona, pues no tengo Internet. Entre ellos se destacaba el de una antigua vecina, la mejor peluquera de todo el Nuevo Vedado Una mujer simpática, moderna, inteligente y tremenda estilista. Ella en un tiempo fue la persona que me atendió, haciéndome unos cortes de pelo _ de cine, mientras me hacía reír y pasar un maravilloso rato con su animada conversación. Un buen día no supe más de ella. Se había ido del país. Más tarde conocí a otra maravillosa persona que no solo me cortaba el cabello, también me aplicaba los tintes y me peinaba, venía a casa a brindarme sus servicios y entre tazas de café nos hicimos grandes amigas, éramos casi como hermanas. Ella nunca olvidó los cumpleaños de mis hijos. También se fue, llevándose consigo nuestro cariño. Durante mis infructuosas visitas al policlínico en pos de atender mi dentadura, conocí a un espectacular estomatólogo, que nunca me pudo resolver nada por falta de material, pero se hizo mi amigo y venía a casa a fungir como peluquero. Me hacía un auténtico garcon . Durante bastante tiempo pude presumir de mi buen corte de pelo hasta que también abandonó el territorio nacional. Seguí dándome los cortes yo mism . Hace cuestión de unos cuatro años se mudó para mi cuadra una señora muy vistosa, con aire de sevillana, que resultó ser estilista del ICAI y, como nos hicimos amigas, comenzó a encargarse de mi nuevo look. Ella me contaba sus cuitas y poco a poco me fui enterando de lo sola que se sentía y la necesidad tan grande que le urgía de unirse a su única hija y nietos que vivían en USA. Un buen día también le llegó su salida y nuevamente me quedé en stand by. Ahora finalmente una bella criatura a la que quiero casi como una hija, pasó un curso de peluquería y es la que se está ocupando de mi, pero ya se que no por mucho tiempo, pues ayer fui testigo de su boda y muy pronto será reclamada desde España por su flamante esposo.

Menos mal que estos post son apenas leídos aquí en el planeta donde vivo, pues de ser así la cola (fila) a las puertas de mi casa, se empataría con la del pan en la Avenida 26.