¿Ir de tiendas?

Hoy en día el término “ir de tiendas” está en absoluto desuso, ahora se dice más bien “salir a buscar”. Ese dejó de ser hace muchos años un paseo para disfrutar. El solo hecho de enfrentarse a la realidad de un transporte casi inexistente y a las altas temperaturas de verano, es suficiente como para pensarlo dos veces. Aún así, ayer, de nuevo fui con mi amiga para “hacerle la media” (como decimos aquí), en la búsqueda y captura de una llave de agua para su lavamanos, que además se ajustara a su débil presupuesto. En esta ocasión iríamos a recorrer las tiendas de Centro Habana.

Hacía más de treinta años que yo me negaba a visitar estos antiguos comercios, otrora los más famosos de la ciudad. Recuerdo que a la convergencia de las calles Galiano y San Rafael, antes del año cincuenta y nueve le llamaban en broma “la esquina del pecado”, porque era una especie de tentación para los hombres, acudir a observar el desfile de hermosas y bien vestidas mujeres, que solían ir de compras por estos predios, así como disfrutar la imagen de las bellas y bien maquilladas empleadas de las tiendas ubicadas en la zona.

Para mí fue un acto de solidaridad para con mi amiga el acompañarla, pues me había hecho el propósito de no frecuentar nunca más estos lares. El primer choque emocional fue enfrentarme a una tienda llamada Transval (el antiguo Ten Cent), del que aún guardo en mi memoria un bello recuerdo. Para ello tuvimos que pasar por la desagradable e inevitable experiencia de vernos obligadas a dejar nuestros bolsos, en una casilla, teniendo que sacar de ellos, para llevar incómodamente en nuestras manos, todas las pertenencias de valor: monedero, celular, espejuelos, llavero, etcétera, pues según letrero ubicado en el lugar, no se hacen responsables de pérdidas en los bolsos bajo custodia. O sea, que estamos a expensas de que ellos mismos nos roben, además de tener que dejar como garantía el carnet de identidad, cosa esta que está prohibida por el Ministerio del Interior.

Entrar a Transval fue para mí un impacto brutal. De aquel otrora confortable, agradable y bien abastecido “Ten Cent”, solo quedaba su estructura arquitectónica y sus bellos suelos de granito en portales e interior del local, así como sus escaleras, también de este material, increíblemente bien conservadas. Fuimos de inmediato a la sección de ferretería, pero el precio de los artículos allí expuestos, era prácticamente inaccesible, por lo que continuamos la minuciosa búsqueda, hasta que finalmente, en el lugar menos apropiado, dimos con la llave que podía adquirir mi amiga, en CUC, naturalmente. De ahí salimos para entrar en la antigua joyería “La Casa Quintana”, cuyo bello logo se mantiene en el portal a la entrada, hoy devenida en departamento de lámparas de la tienda de marras. Después pasamos por “El Bazar Inglés”, oscuro y caluroso local, donde se exponen y venden, en pesos corrientes, artículos muy poco atractivos de industrias locales.

Nos dirigimos hacia “La Época”. El recorrido fue agotador. Visitamos todos los departamentos, a pesar de que sabíamos no íbamos a comprar nada, pues mi amiga quería aprovechar para ir viendo opciones de ropa y zapatos para su esposo e hijo, para cuando tuviera dinero, por lo que me hizo subir y bajar infinidad de escaleras, no solo en ésta sino en las otras tiendas que visitamos anteriormente, ya que en casi ninguna funcionan las escaleras rodantes, aún donde las hay.

Cuando regresamos al punto de partida, al observar el parque Fe del Valle, lugar donde se encontraba ubicada la tienda más emblemática y hermosa de la ciudad de La Habana, “El Encanto”, no pude evitar pensar que, a no ser por el trágico fallecimiento que se produjo en aquel fuego, fue el mejor final para aquella tienda, famoso símbolo de la elegancia y la cultura cubanas, que al menos desapareció en todo su esplendor, y no terminó como ha sucedido, con sus vecinas, Flogar, Fin de Siglo y La Época, por solo mencionar algunas, quienes han terminado siendo tristes caricaturas de ellas mismas.

7 comentarios en “¿Ir de tiendas?

  1. Rebeca, este artículo podemos titularlos como la película «lo que el viento se llevó», triste realidad de la que nuestra generacióne tuvimos que pagar, cuando narras los detalles es esas «bién surtidas tiendas» y sus detalles arquitectónicos me trajiste a la memoria la ciudad de Santiago de Cuba que al lado de la Tienda «El Encanto» -milagro y no la quemaron- había una lujosa tienda para caballeros llamada «Los Estados Unidos», en su entrada con columnas eclécticas y su piso de ‘granito’ en blanco con bordes rojo ladrillo y al centro se ubicaba el nombre de la misma que era un trabajo artesanal realizados con flejes de cobre y rellenados de granito rojo el nombre de la tienda antes mencionado, era por decirlo una obra de arte cuando los albañiles mas que eso eran artesanos -hoy día lo que hay son chapuceros- pues no sé quién fue el imbécil del régimen que se le ocurrió la brillante idea de borrar ese nombre «Los Estados Unidos», bella obra en letra cursiva que sin usar goma de borrar la borraron dejando un parcho mal puesto en tan elegante piso. Así son las turbas.

  2. Hace pocos años, en una de mis vacaciones en la Isla, tuve el olvido de llevar el convertidor de los enchufes redondos que utilizamos en España para enchufes planos que se usan en Cuba. Un pequeño artefacto que normalmente se encuentra en cualquier ferretería a un precio de céntimos. Salí del hotel Sevilla sobre las 9 de la mañana y, después de recorrer infinidad de tiendas, tanto en La Habana Vieja como en Centro Habana, a eso de las 13 horas pude encontrarlo, creo que fue en la calle Reina y a un precio muy superior. Eso me hizo pensar que si un artículo tan sencillo costaba tanto encontrarlo, cualquier cosa compleja sería un esfuerzo tremendo. No entiendo como los que mandan en Cuba no comprenden lo esencial de la vida cotodiana.
    Saludos Rebeca y muchas gracias por tus artículos.

  3. El parque Fe del Valle era conocido como «el parque de la gran estafa» porque despues de la quema de El Encanto dijeron que iban a hacer un edificio mejor y lo que hicieron fue un parque.Por supuesto a nadie se le ocurria decirle asi delante de alguien que no conociera porque te tildaban de «gusano»Que orgulloso estaba de serlo!

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