«El silencio de los calderos»

Nuevamente se celebra en nuestro planeta, otro ya aburrido aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución. Cada vez son menos las personas que se prestan para esta farsa.

Visitando ayer tarde a una amiga en el Vedado, pude observar en el parterre del edificio, que aún conserva la belleza arquitectónica de la que un día presumió, a cuatro vecinos que alrededor de un mugriento y abollado caldero, atizaban el fuego de los leños que el aire se empeñaba en apagar. Hablaban en voz alta haciendo chistes de mal gusto, ataviados solo con shorts, y exhibiendo los torsos desnudos. Era una imagen que bien se puede encontrar en las láminas de los viejos libros de Historia, donde se muestra a las civilizaciones primitivas. Estos hombres se hacían acompañar por tres graciosos perritos, una de ellos con nombre de mujer. Hice un comentario al respecto con una señora que tomó junto conmigo el ascensor y ésta indignada me dijo, que no se trataba del nombre de la perrita, sino que era una flagrante burla y falta de respeto, con una vecina del edificio que se nombraba así. Esto me dio una muestra más, de la clase de personas que se encontraban en el lugar, haciendo la tradicional caldosa para la celebración. Por cierto, en todo el trayecto de regreso al Nuevo Vedado, fue el único preparativo de este tipo que pude observar. Debió ser porque aún era temprano.

Otra cosa que también llamó mi atención, fue que de aquel caldero no salían olores agradables ni desagradables, a pesar de que evidentemente algo estaban hirviendo en él. Entonces me puse a pensar, que ya nadie del CDR, al menos en el de mi cuadra, va de puerta en puerta, como solían hacer hace algunos años atrás, pidiendo colaboración con algún tipo de vianda, para el plato principal de la celebración. Claro está, las viandas no solo escasean, sino que sus precios son excesivamente elevados, y ya casi nadie está en disposición de regalarlas, amén de que cada vez son menos las personas que acuden a estas celebraciones, pues muchos son los que en sus respectivas casas, se tienen que enfrentar a diario, parafraseando el título de un famoso filme, con el silencio de los calderos