Arremeten de nuevo contra Paladares.

paladares

 

Nuevamente se movilizan los Poderes Populares y el Ministerio de Comercio Interior contra los exitosos Paladares, utilizando como excusa la corrupción y venta de drogas.

Para aclarar, diremos que lamentablemente son algunos que otros bares y discotecas, los que han incurrido en estos delitos. Ante todo, porque al no existir licencia para este tipo de negocios, se han acogido a la de Paladares, ofertando como “tapadera” algunas especialidades gastronómicas.

Entre las cosas que realmente más molestan al Estado cubano, es que estos establecimientos particulares, los llamados Paladares, han demostrado ser muy exitosos, dejando al descubierto la ineptitud e incapacidad de la administración del régimen para enfrentar a la competencia. Una de las principales razones para este fracaso estatal son los bajos salarios, así como las altas exigencias políticas que hacen a sus empleados.

Unos de los pretextos que esgrime el régimen para arremeter contra los Paladares, es la prostitución y la droga, pero esto no tiene nada que ver con ellos, sino más bien con los bares y discotecas, que se amparan en su licencia para subsistir. Justamente aquí es donde entran en funciones los inspectores y la policía corrupta, que se benefician de éstos haciéndose “los de la vista gorda”.

Lo que no se dice públicamente, es que muchos de estos lugares problemáticos, pertenecen justamente a hijos de altos dirigentes del país, emprendiéndola lamentablemente contra los más desprotegidos políticamente.

Sin embargo, al régimen le cuesta mucho reconocer oficialmente, que los principales antros de prostitución y droga, han sido y son los estatales, donde se han dado los mayores escándalos de este tipo, como sucedió hace unos años en la Cervecera de La Habana Vieja y en las discotecas del Comodoro y del Copacabana, por solo mencionar algunos ejemplos.

El peor homenaje.

stas derechosMientras el presidente Raúl Castro rendía tributo al difunto líder  Nelson Mandela, con un discurso sobre la unidad, tolerancia y reconciliación, en Cuba los actos de represión a todo lo largo y ancho de la isla, mostraban otro lenguaje.

La casa de Antonio Rodiles, sede del proyecto SATS, está literalmente sitiada desde la noche del día 9, víspera del Día de los Derechos Humanos, por la seguridad del Estado para impedir el acceso a ella. No conformes con esto, movilizaron en el día de hoy a  vecinos y pioneros de las escuelas cercanas, para amenizar con gritos, música  y consignas políticas, los alrededores de la propiedad  a fin de intimidar y propiciar el desconcierto, para en medio de esta confusión, ejecutar detenciones a todas aquellas personas que trataran de acercarse a SATS.

Cierto es que muchos no pudieron llegar, pero otros,  inventaron diferentes estrategias para poder burlar el cerco y acudir al acto, donde se celebraba el tan temido día, por las autoridades cubanas. Pero lo más vergonzoso de todo ello sin dudas, es el haber utilizado, posiblemente sin el conocimiento de sus respectivos padres, a niños de escuela con fines políticos. Cosa esta que debía ocupar la atención de la UNICEF. Pienso que esto de hoy ha sido posiblemente, el peor homenaje rendido al Día de los Derechos Humanos y al fallecido líder africano.

Festival del viejo cine latinoamericano

 

4 Cine Acapulco

De todos es sabido que en estos días se está celebrando en nuestro país, el Festival del nuevo cine latinoamericano, que ya de nuevo no tiene nada. Yo particularmente no he podido ir a ver ninguna de las películas exhibidas, por tener en casa a mi esposo, convalesciente de una operación.

Pero eso no ha sido impedimento, para que me trajeran el cine a casa, el gran inconveniente ha sido, que no he podido escoger el día, ni la hora y mucho menos los títulos de las películas, en este caso impuestas: “Extraños factores” y “Visitas no deseadas”

La primera fue la peor, muy burda y poco original, esa hice que la exhibieran en el rellano de la escalera que accede a mi apartamento. La otra, sorpresiva también, fue por demás previsible, ya que desde mi balcón pude observar la vestimenta de los actores, así como su vehículo de transporte: camisas a cuadros y moto Suzuki.

En ambas, reinó el estado policial, aunque la segunda se rodó en la sala de nuestra casa. El lenguaje fue respetuoso, sobretodo en ésta última. El objetivo de ambos filmes era transmitir el mismo mensaje: No esgrimir el derecho a reunión y asociación, sobretodo los días 10 y 11 del presente mes, derechos a los que estamos amparados por la Carta Magna de Naciones Unidas, de la que nuestro país es signatario.

De estas sorpresivas exhibiciones de poder, algo dejamos bien claro a todos: Somos personas que amamos y defendemos la libertad y como tales vamos a seguir ejerciendo nuestros derechos como espectadores respetuosos y consientes que somos, sin abandonar este viejo cine por grotescas, burdas y pasadas de moda que estén las películas exhibidas, hasta que no veamos en la gran pantalla la palabra FIN.

¿A la calle, Opera de la Calle?

Una vez más, la oscura nube de la intolerancia se cierne sobre nuestra cultura.

La víctima, en esta ocasión, ha sido Opera de la Calle, un magnífico y novedoso espectáculo musical, dirigido por Ulises Aquino, quien al igual que sus más de sesenta componentes, lo ha entregado todo, para poner muy en alto la cultura de nuestro país.

La primera vez que supe de ellos, fue precisamente por un documental exhibido en la televisión. Desde ese mismo instante quedé atrapada por la originalidad y la altísima calidad del espectáculo.

Como sede para los ensayos y puesta en escena, les entregaron un local casi en ruinas, en el municipio Playa: el antiguo cine Arenal. Con esfuerzos y recursos propios de todos sus integrantes, motivados por el empuje dinámico y el carisma de su director, se dieron a la tarea de ofrecer espectáculos gratis a los transeúntes, mientras acometían las obras de restauración del inmueble. Los peatones, ómnibus y autos que pasaban por la avenida, se detenían para observar aquel espectáculo tan novedoso. Todos en traje de faena, pero cantando, bailando y ejecutando novedosas coreografías, que se confundían con el trabajo. Era algo nunca visto.

Así, poco a poco, fueron llamando la atención de un público cada vez más numeroso, y de la prensa nacional e internacional. Posteriormente, les facilitaron un local abandonado también en ruinas, en el mismo municipio, en la calles 4 casi esquina 7ma. Allí repitieron las labores de restauración como anteriormente hicieran en el antiguo local, pero esta vez introdujeron lo que llamaron El Cabildo, un modesto restaurante cafetería, cuyas ganancias servían para autofinanciarse. Pronto comenzaron a llegar las invitaciones de algunos países europeos, que conocían del espectáculo y estaban cautivados por la calidad y originalidad del mismo. Cada vez más contaban con el éxito y la aprobación del público.

Ya la compañía podía sufragar los gastos del costoso vestuario, luces, escenografía, así como los salarios de sus miembros. Pero esto llamó la atención de la mediocridad burocrática, que se abalanzó sobre ellos, como si de un enemigo se tratara, dañando más a la cultura cubana que a sus propios integrantes y su director, irrumpiendo y allanando la sede, cuando se encontraban en plena función, sin el menor respeto a sus integrantes y al público, que se encontraba disfrutando del magnífico espectáculo.

Es absolutamente inaceptable que estos hechos se repitan, como en los años más grises de la cultura en nuestro país. Es deber de todos exigir al Consejo de las Artes Escénicas la reparación de tan bochornoso hecho.

Urge se esclarezcan ante la opinión pública estos acontecimientos, que hasta hoy solo se conocen sus detalles, como ya es costumbre, por los rumores callejeros. El señor Ulises Aquino, así como todos los integrantes de la compañía Opera de la Calle, son dignos de que lo acontecido sea pública y ampliamente esclarecido, con toda la transparencia que este lamentable hecho requiere.

Otorgar potestad y mando a la mediocridad, para actuar impunemente, y asestar golpes como este, es repetir los tristes acontecimientos ya vividos, que solo sirven para herir de muerte a la cultura y la identidad nacionales.